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El primer atisbo que vemos de Don Vito Corleone al principio de ‘El padrino’, después de oír las famosas notas de Nino Rota y el comienzo del monólogo recitado por Bonasera (Salvatore Corsitto), es su mano. Está apoyada en su barbilla para escuchar la inoportuna petición de este conocido el día de la boda de su hija. Como el hombre respetuoso, calmado y honorable que es, le escucha con atención. Su mano se mueve para pedir que alguien ofrezca a Bonasera un trago para calmar sus lágrimas. Antes de ver su cara, oímos su voz rasgada. “¿Por qué acudiste a la policía y no viniste a mí primero?”. Francis Ford Coppola no cambiará de plano hasta que Bonasera le susurre al oído al Don su petición; entonces vemos un primer plano del rostro disgustado de Marlon Brando. Son los primeros minutos de una interpretación monolítica e inolvidable.
Y pensar en cuántas cosas podrían habérnosla arrebatado. La participación de Marlon Brando en ‘El padrino’ fue primero una cruzada para el director (en la que recibió la ayuda de varias personas), después una transformación imponente, seguida por un rodaje movidito y finalmente dio lugar a un controvertido Oscar. Esta es la historia de cómo un actor que estaba acabado accedió a regañadientes a hacer la interpretación más importante de su carrera, una que acabaría figurando entre las más memorables de la historia del cine.
Estimado señor Brando
Cuando Mario Puzo escribió la novela en la que se basa la trilogía, se inspiró para la figura de Vito Corleone en un puñado de mafiosos reales de la New York de mediados del siglo XX, entre ellos Carlo Gambino, Frank Costello, Joe Bonanno y Joe Profaci. A Costello, apodado el “Primer Ministro” de la Mafia, se le conocía por su diplomacia y su tendencia a la razón por encima de la violencia. Él nació, como Vito Corleone, en el año 1891, y se enriqueció gracias a vicios ajenos supuestamente menores como las apuestas o el contrabando de alcohol. Él también prohibió a sus subordinados traficar con heroína, como también acabaría sobreviviendo a un tiroteo y muriendo de causas naturales. Gambino, por su parte, tenía tres hijos y una hija, como el Don, estaba en contra de la venta de heroína y fue espiado por el FBI. En cuanto a Profaci, era el rey del aceite de oliva en Long Island, producto que Vito Corleone importaba.
Puzo escribió ‘El padrino’ con Marlon Brando en su mente, por lo que él acabaría abogando por el actor cuando Paramount empezó a desarrollar su adaptación con Coppola a la cabeza. Este también quería a Brando para el papel, pero tendría que luchar con uñas y dientes para conseguirlo. Todo Hollywood sabía que Marlon Brando era un empleado difícil, por ponerlo en palabras amables. Insubordinado, impuntual, arrogante y con fama de crear contratiempos que acababan encareciendo las producciones, cometió el pecado capital para los estudios: protagonizar varias películas que fracasaron en taquilla.
A finales de los años 60, Brando era un paria y se consideraba persona non grata en cualquier proyecto de envergadura. Los ejecutivos de Paramount, con Charles Bluhdorn y el presidente Stanley Jaffe a la cabeza, querían básicamente a cualquiera menos a Brando. Barajaron nombres como Ernest Borgnine, Richard Conte, Anthony Quinn, Carlo Ponti o Danny Thomas. Este último les parecía especialmente atractivo porque tenía su propia productora que podría unir fuerzas con Paramount para cubrir los costes de la película. Pero Coppola les dijo que había llamado a Brando, lo que les enfureció tanto que casi le despiden entre gritos.
Esa explosiva reunión ocurrió un viernes. En aquel momento, Marlon Brando tampoco estaba muy seguro del proyecto. Estaba hasta el cuello de deudas, tenía sobrepeso, sufría una depresión y era adicto al valium. Él mismo se negaba a trabajar. Aquí entran en juego dos personas muy importantes en esta historia: Mario Puzo y la asistente de Brando. El autor estaba realmente empeñado en que Brando interpretara a Don Corleone, tanto que él también se lo propuso a Paramount (sin mucho resultado) y le escribió una famosa carta al actor. Decía así:
Estimado señor Brando:
He escrito un libro titulado ‘El padrino’ que ha tenido algo de éxito y creo que eres el único actor que puede interpretar al Padrino con esa fuerza silenciosa e ironía (el libro es una crítica irónica a la sociedad estadounidense) que el personaje necesita. Espero que puedas leer el libro y que te guste lo suficiente para usar el poder que tengas para conseguir el papel. Voy a escribir a Paramount con el mismo objetivo por si ayuda de algo. Sé que estoy siendo presuntuoso pero lo menos que puedo hacer por el libro es intentarlo. Realmente creo que serías genial. Huelga decir que he sido un admirador de tu arte.
Mario Puzo
PD: Un amigo de ambos, Jeff Brown, me ha dado tu dirección.
Por aquella época, la asistente de Brando, Alice Marchak, estaba desesperada por ayudarle a conseguir trabajo. Leía todos los guiones que le llegaban y le proponía los más interesantes, pero él no tardaba ni un segundo en desestimar todas las propuestas. Marchak fue la que leyó la carta de Puzo, no Brando, que no estaba interesado en el proyecto porque, según dijo: “No soy un padrino de la mafia. No voy a glorificar la mafia”. Pero ella le conocía como solo un asistente puede conocer a una estrella de Hollywood, y empezó a dejarle caer nombres de actores que Paramount estaba considerando para el papel, apelando a su gran ego. Algunos de esos nombres se los inventó.
También le dejó la carta de Puzo sobre la mesilla de noche, lo que hizo que finalmente Brando la leyera. Llamó al autor para agradecérselo, contándole que no la veía como una historia de violencia sino “sobre la mente corporativa”. El lunes después de aquella catastrófica reunión en las oficinas de Paramount, Marlon Brando le dijo a Francis Ford Coppola que estaba interesado en el papel, que le parecía “delicioso” tras haber leído la novela. “¡La mafia es tan estadounidense!”, diría después. “Para mí, algo clave en la historia es que cuando mataban a alguien se trataba de algo reglamentario. Antes de apretar el gatillo decían: ‘Solo es negocios, nada personal’. Cuando leí eso me vinieron a la mente McNamara, Johnson y Rusk”, aseguró refiriéndose a los responsables de la guerra de Vietnam, a la que él tanto se opuso.
Eso sí, hizo falta un último empujón por parte de su asistente. La cosa es que el director y el productor Al Ruddy estaban entre él y Laurence Olivier. Este tenía la edad adecuada para interpretar al Corleone de 62 años, pero estaba enfermo; Brando solo tenía 47 años. Marchak le contó esto a su jefe, y él se decidió en ese mismo momento. “¡Ese no puede interpretar a un don de la mafia!”, dijo.
La metamorfosis del bulldog
A los ejecutivos de Paramount, como era de esperar, no les gustó volver a oír el nombre de Marlon Brando. “Como presidente de Paramount Pictures, tengo que decirte ahora que bajo ninguna circunstancia aparecerá Marlon Brando en ‘El padrino’. Y, como presidente, ya no quiero seguir gastando el tiempo de la compañía ni en discutirlo”, le dijo Jaffe a Coppola. Pero el director consiguió argumentar su propuesta con varias razones en una presentación de cinco minutos. Por un lado, pensaba que el prestigioso actor le daría cierta clase a la película y además su reputación y el respeto que todos sus colegas le profesaban proporcionaría a Vito Corleone esa sensación de estatus necesaria. Otro motivo era el acento neoyorquino que había perfeccionado en su interpretación como Terry Malloy en ‘La ley del silencio’, muy importante para clavar el dialecto italoamericano de Don Corleone.
Finalmente accedieron a la petición de Coppola, pero poniendo tres condiciones: tendría que trabajar sin cobrar un salario, adelantaría una fianza monetaria de un millón de dólares para cubrir cualquier gasto que surgiera por su culpa, y se sometería una prueba de casting. Por supuesto, el director no le contó nada de esto a Brando.
El actor cobró unos 50.000 dólares por su trabajo, una pequeña fracción de su caché en aquel momento (al final acabaría cobrando más de un millón de dólares en royalties). En cuanto a la prueba de casting, se la hizo sin decirle que se la estaba haciendo. Acudió a la casa de Brando en California con un equipo de vídeo y maquillaje diciéndole que quería grabar su transformación en Don Vito Corleone. Él apareció con su larga cabellera rubia y vestido con un kimono, pero contra todo pronóstico se había preparado a fondo. Coppola llenó la mesa de quesos italianos, carne, puros y vino mientras el actor se metió unos pañuelos en los carrillos y en los orificios de su nariz para moldear el rostro con forma de “bulldog” que describía Puzo en su novela. Se aplicó betún negro sobre el pelo, que se recogió en un moño, y también en las ojeras para ensombrecerlas. Cuando empezó a hablar, lo hizo con una voz rota porque imaginó que el Padrino había recibido un tiro en la garganta en el pasado. Entonces cogió una taza de café y un puro y empezó a andar mientras recitaba texto.
Cuando Coppola les mostró esta grabación a los ejecutivos de Paramount, Bluhdorn ni siquiera reconoció a Brando. “¿Qué estamos viendo? ¿Quién es este conejo viejo?”, dijo asombrado. Entonces le dijeron que era Marlon, y decidieron contratarle.
Su preparación para el papel consistió en una sumersión en el mundo de la mafia. Escuchaba cintas de un juicio en el que había participado Frank Costello, uno de los mafiosos reales en los que se inspiraba Puzo. También tuvo muchas conversaciones con un actor de la película al que conocía desde ‘La ley del silencio’, Al Lettieri, que tenía familia en la mafia. Incluso fueron juntos una noche a cenar a casa de este familiar en Nueva Jersey.
La transformación física durante el rodaje no consistió en trozos de pañuelos: el dentista Henry Dwoek y el legendario artista de maquillaje Dick Smith diseñaron unas prótesis bucales que Brando se introducía en la boca, además de una larga sesión de maquillaje y látex líquido cada mañana para envejecerle, y no poca grasa en el pelo.
El primer día de rodaje, Marlon Brando no apareció. Pero solo fue un pequeño susto, o quizá un aviso. El resto de la grabación de tres meses se portó bien (si obviamos que llegaba tarde y volvió a faltar un día después de un parón de dos semanas). Realmente, y a pesar de su fama, Marlon Brando no puso problemas en ‘El padrino’; de hecho fue una figura conciliadora. Padre de más de una decena de niños en su vida real y cabeza de todo un conglomerado de criminales en la ficción, el actor asumió el papel de patriarca entre sus colegas. Rompía el hielo con brindis, ofrecía consejos a diestro y siniestro, aliviaba la tensión cuando era necesario, bromeaba y levantaba el ánimo de todos. También hacía chistes verdes y tenía la broma recurrente junto a James Caan y Robert Duvall de mostrar sus culos sin previo aviso en los momentos más inesperados, como en la escena de la boda en la que estaban grabando junto a 500 figurantes.
Al director le puso el trabajo fácil. Aceptaba sus sugerencias y seguía sus órdenes sin rechistar. “Si sabes lo que quieres que haga, lo hace”, dijo Coppola. “No necesita que le ‘motives’, como tantos otros actores. Puedes decirle, por ejemplo, ‘Marlon, ¿puedes darme más rabia, por favor?’. Y tiene su propio sistema para hacer esos retoques”. A pesar de su actitud desenfadada, se tomaba muy en serio su trabajo y aplicaba el consabido método permaneciendo dentro de personaje antes y después de las tomas. Se insertó tapones en las orejas para poder experimentar la falta de audición que sufría Corleone.
Y le encantaba improvisar y aportar pequeños detalles a las escenas. El gato que acaricia en la primera escena de la película fue idea de Coppola, que se lo dio en el último momento sin avisarle. Él se limitó a acariciarlo con naturalidad. En la escena en la que Johnny Fontane se queja porque un productor no le da el papel que quiere, el propio Brando improvisó la bofetada para provocar una expresión de sorpresa en Al Martino. Este no sabía si reír o llorar. La piel de naranja que pela y se pone sobre los dientes en la escena de su muerte también fue idea suya, para obtener una reacción de miedo del niño que interpretaba a su nieto. Él mismo propuso que Corleone muriera con esos colmillos de mentira, como “un monstruo tierno”, según contaría Coppola.
El Oscar de los indios nativos americanos
‘El padrino’ fue un proyecto que la mafia siguió muy de cerca, con una mezcla de recelo y orgullo. Varios miembros de estas organizaciones criminales participaban en el rodaje, ya fuera como actores o como técnicos. Pronto se corrió la voz de la impresionante interpretación que estaba llevando a cabo Marlon Brando, lo que causó que el capo Joe Bufalino visitara el set cuando estaban grabando unas escenas en Little Italy. Según contaría el actor en su autobiografía, el mafioso entró en su tráiler y le dijo: “Hola, Marlo [sic], eres un gran actor”. Después se quejaría de lo mal que le trataba el gobierno estadounidense y le preguntaría por su gusto por los calamares.
‘El padrino’ también acabó encantando a otra organización que nada tiene que ver con la mafia, en principio: la Academia de Cine. Recibió once nominaciones en los premios Oscar en 1973, de los cuales solo acabaría llevándose tres frente a los ocho de ‘Cabaret’. Eso sí, la película de Coppola recibió el premio al Mejor guion, a la Mejor película y al Mejor actor, dando pie a uno de los momentos más polémicos de la historia de los galardones.
Marlon Brando rechazó su segundo Oscar, enviando en su lugar a la activista Sacheen Littlefeather a la gala. Littlefeather subió al escenario y protagonizó un momento histórico explicando que Brando se veía obligado a rechazar el premio debido a la mala representación que tenían los indios nativos americanos en el cine y la televisión estadounidenses. La grada cuchicheó incómoda, casi abucheó y finalmente aplaudió mientras la activista abandonaba el escenario.
Curiosamente Vito Corleone es uno de los dos únicos personajes en la historia del cine que han valido el Oscar a dos actores distintos, ya que Robert De Niro ganaría el premio en 1975 por interpretar la versión joven de Corleone en los flashbacks de ‘El padrino: Parte II’. El otro personaje es el Joker, por el que han recibido la estatuilla Heath Ledger y Joaquin Phoenix.
Para Marlon Brando ‘El padrino’ supuso un punto de inflexión en una carrera que parecía acabada. Después protagonizaría la controvertida ‘El último tango en París’ de Bernardo Bertolucci, por la que también sería nominado al Oscar. Pero Don Vito Corleone fue sin duda su último gran papel, al que le siguieron algunos proyectos menores y uno de sus trabajos más problemáticos, precisamente también a las órdenes de Francis Ford Coppola en ‘Apocalypse Now’. Pero eso es otra (larga) historia.
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