Podríamos decir que Luis Buñuel es el cineasta español más admirado de todos los tiempos. Sin embargo, su figura va mucho más allá de su lugar de nacimiento. Con una carrera desarrollada en su mayor parte en México y Francia, el aragonés es uno de los grandes genios del séptimo arte. Su cine, tan imitado como inimitable, tan inspirador como único, ha dado lugar a todo tipo de teorías, interpretaciones, lecturas y clasificaciones.
“Toda mi vida me han acosado las preguntas: ¿por qué algo es de esta manera y no de otra? ¿Cómo se explica esto? Este afán por comprender, por llenar los espacios en blanco, solo hace que la vida sea más banal. Si pudiéramos encontrar el valor de dejar nuestro destino al azar, de aceptar el misterio fundamental de nuestras vidas, entonces podríamos estar más cerca del tipo de felicidad que viene con la inocencia.”.
Pero, por encima de cualquier detalle, sobre cada una de sus películas se define la personalísima autoría del de Calanda. Para celebrar los 122 años de su nacimiento, hemos seleccionado las 10 obras más esenciales de su (valga la redundancia) imprescindible filmografía.
“Compararme con Goya es un disparate. Los críticos hablan de Goya porque no saben nada de Quevedo, de Teresa de Ávila, de la literatura picaresca, de Galdòs, Ramón del Valle-Inclán y de otros… La cultura actual es desgraciadamente inseparable del poder económico y militar. Una nación gobernante puede imponer su cultura y dar fama mundial a un escritor de segunda fila como Ernest Hemingway. John Steinbeck es importante gracias a las armas americanas. Si John Dos Passos y William Faulkner hubieran nacido en Paraguay o en Turquía, ¿quién los leería?”
“Nunca he visto una película de Buñuel”, mintió David Lynch, según recogió Gonzalo de Pedro en El Confidencial cuando el cineasta de lo improbable visitó España en el marco del Festival Rizoma en 2017. “Pero sé que en sus películas hay hormigas, y también sé que cuando hay orejas humanas en el campo, es muy probable que acaben llegando las hormigas”.
“Me encantan los sueños, incluso cuando son pesadillas, como suele ser el caso”, espetó Buñuel sobre el mundo onírico. “Mis sueños están llenos de los mismos obstáculos, pero no importa. Mi amour fou es por los sueños mismos, como los surrealistas. ‘Un perro andaluz’ nació del encuentro entre mis sueños y los de Salvador Dalí. Más tarde, introduje los sueños directamente en mis películas, tratando de evitar al máximo cualquier análisis. ‘No te preocupes si la película es demasiado corta’, le dije una vez a un productor mexicano. ‘Simplemente pondré un sueño’. No le impresionó”.
1
‘Un perro andaluz’ (1929)
Buñuel afirmó que escribió el guion de esta mítica obra junto a Salvador Dalí con la única premisa de que ninguna de sus imágenes pudiera dar lugar a una explicación o análisis racional. Por tanto, no seremos nosotros los que intentemos lo imposible. ‘Un Perro andaluz’ se convirtió en el icono de la vanguardia conocida como surrealismo mezclando una serie de sueños pesadillescos del cineasta y del pintor. Sin ese ojo que se corta y esas hormigas que salen de la mano nos cuesta imaginar el cine de Hitchcock, de David Lynch, de Fellini o de cualquier cineasta cuyo mundo es inmanentemente onírico. ‘Un perro andaluz’ abrió el séptimo arte al infinito de la imaginación y, de paso, se convirtió en un éxito debido a los indignados que, exasperados por no entender lo que veían, criticaban y denunciaban cada imagen sintiéndose ofendidos. Es una pena que la siguiente obra de Buñuel, ‘La edad de oro’, que nada tiene que envidiar a la primera, sufriera de total desinterés una vez apaciguada la polémica, y arruinase casi por completo al cineasta de Calanda.
2
‘Las Hurdes, tierra sin pan’ (1933)
Como bien cuenta la ganadora del Goya a Mejor Película de Animación, ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’, el aragonés pudo rodar este revolucionario documental gracias al premiado billete de lotería de su amigo, el escultor Ramón Acín. Buñuel hizo su película más española retratando con bella crudeza y desolación el drama de los habitantes de las Hurdes, la región más desfavorecida de España. La poesía de sus imágenes y el drama de sus pequeñas historias personales lo siguen convirtiendo en el mejor documental de la historia del cine español junto con ‘El desencanto’ (Jaime Chávarri, 1976). También, cómo no, nos hace lamentar el inmenso drama para la historia de nuestro cine que supone que Buñuel apenas hiciese cine en España.
3
‘Los olvidados’ (1950)
En su larga y prolífica aventura mexicana, el realizador aragonés hizo muchas películas de las que llamaba alimenticias. Encargos melodramáticos para ganarse el sustento en su exilio. Sin embargo, no tardó en adquirir el poder y el estatus para crear, no solo las mejores y más reconocidas películas de la historia del cine mexicano, sino de todo el mundo. El programa “Memoria del mundo” es una iniciativa de la UNESCO que clasifica y almacena el patrimonio considerado fundamental en la historia de la humanidad. En el cine solo cuentan con este honor la filmografía de los Hermanos Lumière, ‘El mago de oz’, ‘Metrópolis’ y este drama de Buñuel sobre un grupo de niños marginados. Su relato mezcla la crudeza del neorrealismo italiano con el surrealismo onírico propio de los inicios del cineasta. ‘Los olvidados’ es, por tanto, un compendio de todo lo que admiramos de la filmografía de Buñuel, su emoción distanciada, su humor, su retrato social, su sensualidad, su crítica social, su provocación moral, su magia… En definitiva, su habilidad para enseñarnos la vida como es pero también como nunca la habíamos visto.
4
‘Él’ (1953)
‘El bruto’, ‘Ensayo de un crimen’ o la inacabada maravilla que es ‘Simón del desierto’ también podrían dar buena cuenta de la prolífica maestría del Buñuel mexicano. Sin embargo, nos quedamos con esta historia sobre un hombre extremadamente recto y católico que se enamora de una mujer nada más verle los pies en la iglesia (sí, el español no se quedaba muy atrás de Quentin Tarantino en dicho fetiche). Dejará su soltería para casarse con ella, arrebatándosela a su amigo. Sin embargo, el brutal cambio en su vida y su obsesión por la mujer derivaba en unos celos insanos que llevan su imaginación a volver su realidad una locura. Como en la mayor parte de la obra de Buñuel, es el choque entre sexo y deseo enfrentados a la tradición y las costumbres religiosas la principal fuente de la infelicidad y patetismo de los hombres.
5
‘Nazarín’ (1959)
Buñuel tuvo una carrera extraordinaria en todas las épocas, pero podemos decir sin oposición alguna que fue en los escasos tres años que le llevó hacer ‘Nazarín’, ‘Viridiana’ y ‘El ángel exterminador’ donde se encontraba en la cumbre de su inspiración artística. Aquí Paco Rabal encarna en, probablemente, el mejor papel de su carrera, a un sacerdote cuyo idealismo le traerá solo problemas. Aunque todo comienza en un patio de vecinos, la trama acaba en peregrinación. A través de la figura mesiánica (cada vez más conforme avanza la cinta) de Rabal, Buñuel nos interroga sobre la verdadera fe y lo mucho o nada, según se piense, que tiene que ver esta con la solidaridad y bondad humanas. Adaptación galdosiana, aún no sabemos si es una película profundamente católica o todo lo contrario. Gran parte de la culpa la tiene su final, uno de los más discutidos y misteriosos de la historia del cine.
6
‘Viridiana’ (1961)
La única española ganadora de la Palma de Oro y, para la gran mayoría, la mejor cinta nacional de todos los tiempos, es también una muestra enorme de sus vergüenzas históricas. Lo es porque la cinta suponía la vuelta a casa de uno de los más grandes artistas de nuestra historia, pero acabó con la película prohibida hasta pasada la muerte del dictador por mandato de la iglesia. La obra maestra de Buñuel sigue la misma estela que ‘Nazarín’ pero esta vez es una monja la que se verá enfrentada a los males morales del ser humano y la vida. Su recreación de la última cena, el momento en el que el personaje de Fernando Rey se prueba un zapato de tacón o viste a su sobrina de novia, el perro atado al carro o la partida final de cartas, todo un ménage à trois, son solo alguno de los magníficos momentos de esta insuperable sátira sobre la condición humana.
7
‘El ángel exterminador’ (1962)
‘Los olvidados’, ‘Él’, ‘Nazarín’ y, sobre todo, ‘Viridiana’. Podemos deicr que, en el cine de Buñuel, siempre ha habido un interés en retratar la división entre la burguesía y los más desfavorecidos. Si en ‘Nazarín’ vimos a los primeros y en ‘Viridiana’ hay un choque de trenes entre ambos, ‘El ángel exterminador’ supuso el comienzo de la última parte de la filmografía del turolense, definitivamente centrada en los más adinerados de la sociedad. Gente que tiene el poder, las comodidades y el aburrimiento para explorar y desafiar las convenciones sociales y, sin embargo, está más aferrado a ellas que ninguna otra clase, en busca de eso tan ficticio que llamamos “distinción”. El aislamiento de la realidad de los ricos sirvió a Buñuel para filmar esta fábula en la que un grupo de ricachones no consigue salir de una estancia donde han celebrado una reunión. No se dan explicaciones ni tampoco hay intentos desesperados por salir. Simplemente, cuando alguien va a abandonar el lugar, no lo llega a hacer. El paso del tiempo comienza a hacer estragos en el comportamiento de una clase basada en unas apariencias que la película expone y derrumba.
8
‘Bella de día’ (1967)
Buñuel regresó donde comenzó todo, Francia, para filmar gran parte de sus últimas películas. En toda esta etapa es fundamental la figura de su co-guionista, el afamado Jean-Claude Carrière. En esta provocadora cinta de los sesenta aparecen Francisco Rabal o Michel Piccoli, pero hablamos de la película icónica por excelencia de una Catherine Deneuve en la cumbre de su gélida belleza. Su actitud distante, misteriosa y sacra fue el arma perfecta de Buñuel para componer este relato sobre una mujer casada y acomodada que, sin explicación alguna, decide dedicarse a la prostitución. Aunque Ozon realizó una elogiable revisión, más adolescente, de la historia, en ‘Joven y bonita’, nada iguala la atracción por lo desconocido y la inexplicable revolución sexual y de clase que supone esta película, tanto en las vísperas del 68 como en la actualidad. La burguesía, de nuevo, enfrentada al ridículo y angustioso aburrimiento.
9
‘Tristana’ (1970)
Tras ‘Las Hurdes’, y aunque ‘Viridiana’ también tuvo producción mexicana, ‘Tristana’ es la tercera y última obra de Buñuel en considerarse producción española (pese a sus recursos italianos y, cómo no, franceses). Aquí Buñuel prescindió de Carrière en favor de Julio Alejandro para afrontar la difícil tarea de adaptar, de nuevo, una obra de Benito Perez Galdos. La francesa Catherine Deneuve, el español Fernando Rey y el italiano Franco Nero (ahora se entiende mejor lo de la co-producción) protagonizan esta historia que parece pensada para Buñuel. La historia de este padre adoptivo, que acaba obsesionado con la belleza de su hija hasta desposarla, ya rondaba las tentaciones celosas y locas de los señoritos protagonistas de ‘Él’ y ‘Viridiana’, entre otros. Con frases como “Soy tu padre y tu marido y hago de una u otro según me conviene”, no podemos dejar de admirar esta obra de Buñuel, imprescindible para entender la idiosincrasia de nuestro arte.
10
‘El discreto encanto de la burguesía’ (1972)
Dicen que a Buñuel no le gustaba nada el cine de Hitchcock, pero el inglés era un fan rendido al cine del español. En 1972, Buñuel ganaría el Oscar para Francia por ‘El discreto encanto de la burguesía’ pero, más importante, sería el recibimiento que le prepararon los más grandes cineastas de Hollywood. Por su visita se organizó la que muchos consideran la mayor reunión de genios de la historia del cine. Cuentan que Hitchcock pidió sentarse al lado del nacido en Calanda y brindó por él diciendo que era “el mejor de todos nosotros”. Tal afirmación cobra especial peso si recordamos que al inglés y al español les acompañaban en la mesa Robert Mulligan, William Wyler, George Cukor, Robert Wise, Billy Wilder, George Stevens y Rouben Mamoulian (además de Carrière y el productor Serge Silberman). Todo un all-star del cine clásico americano que nos sirve para exponer, con esta última obra de nuestra lista de imprescindibles, la dimensión alcanzada por el español en la historia del cine. Pero no olvidemos la película, que ni mucho menos figura aquí exclusivamente por su Oscar. La cinta supone una revisión de lo narrado en ‘El ángel exterminador’, con la variación de que aquí se trata de un pequeño grupo que nunca consigue comenzar a cenar. El hambre de los protagonistas aumenta del mismo modo que lo surrealista de la situación. Más directa que la mejicana, los protagonistas están literalmente encerrados en el escenario de lo absurdo, donde su forma de vida y amaneramientos solo son alimento de la ópera bufa que, para Buñuel, es su existencia.
Rafael Sánchez Casademont
Rafa llegó a Esquire un buen día persiguiendo su sueño de hablar de cine y le pusieron a escribir de todo lo demás.
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